CUJO

Raúl Martínez , crítico de cine.

Quien no haya temido o deseado alguna vez  un perro cuando era pequeño que tire la primera piedra. En algún momento de nuestra niñez algún perro habrá olido nuestro miedo, nos habrá ladrado y nosotros nos habremos “cagado” del susto.

En mi caso esta situación se repetía con bastante frecuencia, es lo que tenía vivir en el campo. Aun así siempre me han gustado los animales y poco a poco me acostumbré a ellos y ellos, al parecer a mi. Pero todo esto cambió cuando en 1981 el señor Stephen King publicó una novela de terror psicológico cogiendo como protagonista “al mejor amigo del hombre”, y no uno cualquiera si no un San Bernardo, un perro al que todos queremos abrazar y achuchar.

Teniendo en cuenta esos mismos sentimientos del ser humano hacia dicha raza salió a la luz la novela “Cujo”, ganando el Premio Brithish Fantasy en 1982 y hecha película en 1983. Consiguiendo que tanto lectores del libro como espectadores de la película a partir de ahí tuviéramos cierto cuidado a la hora de encariñarnos con alguna mascota.

La trama no deja de ser simple y ochentera. Una familia típica de pueblerinos americanos en el que el padre es un mecánico malcarado cuyo negocio de reparaciones de automóviles está bastante descuidado. Esta familia tiene un perro San Bernardo que no a sido vacunado de la rabia y al correr por el campo mete el hocico en una madriguera y es mordido por un murciélago. De esa manera el animal es infectado. Como pueblerino que soy tengo que reconocer que en los ochenta era habitual tener un perro en casa y que tuviera las vacunas al día era difícil. Por lo que esta historia  bien sirvió para abrir los ojos a más de uno y que se hiciera una idea de las posibles consecuencias por no vacunar a la mascota.

El film consigue intimidar al espectador, que pegue botes en la butaca, en definitiva, que se tema a un simple San Bernardo. El resultado es brutal pero lo mejor de esta película es “lo bien que se lo pasaron los perros que usaron para el rodaje”. Se utilizaron un total de de seis distintos, uno de ellos un Rottweiler para las escenas agresivas, una cabeza robotizada y hasta una persona disfrazada. Vamos, que el protagonista tuvo su doble.

Para los animales fue toda una experiencia divertida, tanto que tuvieron que atarle las colas a los cuerpos porque de lo contrario se veía que lo estaban pasando pipa. Para las escenas más angustiosas se utilizaron juguetes y le decían a los canes:”busca”.

A pesar de lo que siempre se ha dicho de la dificultad de trabajar con perros en el cine en esta ocasión parece que el equipo de rodaje no lo tuvo tan difícil, supieron darle a los protagonistas lo que les gustaba. Y lo que más les gustaba era tener la rabia; lo explico. La espuma para parecer que tenían dicha enfermedad les encantaba ya que era una mezcla de clara de huevo y azúcar, por lo que estuvieron gran parte de la producción saboreando este manjar.

Quiero hacer hincapié en estos detalles ya que viendo la película se llega a pasar realmente mal, y es fácil pensar que los animales sufrieron por exigencias del guión, pero no es así. Hoy día un remake de Cujo sería incorrecto pero no imposible, algunas protectoras estarían muy encima del proyecto sobre todo por la mala imagen que se le pudiera dar a la raza San Bernardo. Aunque esto es cine y de terror, es decir, ficción.

A mí personalmente me sigue fascinando la película, soy de los que piensan que los clásicos no precisan de remakes. Para mí Cujo es un clásico del terror psicológico. He crecido entre animales y este film me sirvió para preocuparme por los animales de compañía.

No digo que haya que proyectar esta cinta en colegios pero sí que la recomiendo a los amantes del terror.