Al final de la escalera

por Raúl Martínez, crítico de cine. 

Aun recuerdo el anuncio de esta película en televisión; “un compositor que acaba de perder a su familia de manera trágica trata de superarlo marchándose a vivir a una casa apacible y solitaria. Sin embargo, al poco tiempo de instalarse empiezan a suceder cosas extrañas”.

Yo tenía 12 años y me ‘flipaba’ el terror, lo que no sabía era el efecto que iba a causarme aquella película después de su visionado. Digamos que vivimos en un mundo lleno de ruidos insignificantes, han estado, están y estarán siempre formando parte de nuestra vida cotidiana. No les prestamos atención porque, aunque los escuchemos, nos importa un carajo su procedencia. Pero ¿qué ocurrió después de ver Al final de la escalera? ¿Puede una historia de terror, sin grandes efectos especiales, solo con una casa y un viejo, cambiar tan radicalmente la manera de pensar o sentir, si estás solo en casa;  y sentirse observado continuamente por alguien que no está?

La respuesta es sí. Después de verla encontraba ‘mal rollo’ en cualquier ruido, era incapaz de ignorarlos, hasta le cogí miedo a una pelota de tenis, ¡maldita pelotita! Nunca una simple escena  de una pelota cayendo por una escalera me había dado tanto respeto. Vamos, que disfruté del miedo en estado puro, sin monstruos, ni muertos vivientes, sin sangre (ingredientes de este género que tengo debo reconocer: me encantan) con una atmósfera terrorífica.

Entre las escenas destacar la ya dicha de la pelota por las escaleras, la sesión de espiritismo y la de la silla de ruedas (me quito el sombrero en ésta). Escenas, para la grabación, sencillas, pero con unos resultados increíbles. Una banda sonora muy adecuada para lo que cuenta, sin sobresaltos, que te prepara el cuerpo y la mente. Sabes que te asustarás pero lo esperas y así disfrutas de ese momento con más intensidad. Y un guión con frases que te ponen los pelos de punta, como cuando la dueña de una casa da su autorización para hacer un pozo diciendo; “mi hija a soñado que un niño intentaba salir del suelo desesperado y no dejaba de mirarla”.

Un terror clásico que tanto cuesta hacer hoy día, película de culto que envejece bien con el paso del tiempo. Ninguna serie de zombies, ni monjas feas, ni virus que acaban con la población le harán sombra jamás.