Narciso Ibáñez Menta (NIM) – Biografía de un genio del cine de terror.

Nació en Sama de Langreo, Asturias (España), el 25 de agosto de 1912. Hijo del actor Narciso Ibáñez y de la tiple cantante Consuelo Menta, a los tres años demostró su precocidad histriónica . Como nos cuenta en su página una buena amiga:

Narciso creció entre teatros y giras artísticas. Recordaba con especial gusto “las noches de fin de fiesta” , día final de una temporada en el que cada actor de la compañía representaba un número especialmente preparado para el evento. En Granada, alrededor de 1915, con casi tres años de edad, Narciso subió al escenario al terminar su actuación uno de los actores y dijo:

“Señores: voy a imitar a mis compañeros en algunas de las cosas que han hecho “.

La soltura y desinhibición que el pequeño mostró, la perfección y su gracia, arrancaron ovaciones y aplausos del público que pedía más, a tal punto que el empresario pidió que desde entonces figurase en cartel junto con sus progenitores, pero propuso se lo llame “Narcisín” y así se diferenciaría de su padre Narciso. Y la compañía llevó el nombre de NARCISÍN.

Pocos meses más tarde ya se lo anunciaba como “Narcisín, un niño prodigio que canta, baila, recita e interpreta” y al año, prestigiosos autores escribían comedias para su especial lucimiento.

Luego de realizar giras por España y Portugal, debutó en Buenos Aires con la zarzuela “Los granujas” de Carlos Arniches, el 25 de agosto de 1919 -justamente el día en que cumplía siete años- en el hoy desaparecido Teatro Comedia, en cuya azotea además, filmó una prueba cinematográfica para un proyecto que no llegó a concretarse. Desde esa fecha hasta 1923 actuó en nuestro país; luego, la “Compañía Hispano-Argentina Narcisín” continuó con una larga gira por el continente europeo y americano, hasta que en 1928, el actor protagonizó en Nueva York su primera película: Amor y deporte, producida por la Rialto Motion Picture. La empresa volvió a contratarlo para dos filmes más que no se concretaron porque la familia Ibáñez ya había cumplido tres años de radicación en los Estados Unidos y la entonces presidencia de Herbert Hoover, no permitía más prórrogas de estancia a los extranjeros.

Fue precisamente en ese país, donde tomó conciencia de la próxima muerte de “Narcisín”, debido al inexorable paso del tiempo. Gran admirador de Lon Chaney, el hombre de las mil caras, decidió como él, recurrir al maquillaje para dar una nueva vertiente a su carrera y lograr composiciones totalmente disímiles a las que había encarnado en sus actuaciones infantiles. Vale la pena recordar aquí los conceptos emitidos por su hijo Narciso Ibáñez Serrador, a su biógrafo Jaime Serrats Ollé, respecto de este paso trascendental en la vida de su padre: “Debió crear monstruos para matar al niño y convertirse progresivamente en un actor normal.

Aprendió a caracterizarse con tanta precisión, que quizás es el último de los actores que dominan a fondo este arte. Al igual que también es uno de los pocos niños-prodigio que ha tenido después una brillante carrera profesional. Los demás han desaparecido; han tenido que abandonar. Mi padre, en cambio, ha conseguido ser el gran actor que hoy es y el único que ha podido vencer esa gran barrera que para todo niño-prodigio significan los dieciséis y diecisiete años”.

A partir de enero de 1931 y hasta diciembre de 1963, se radicó en la Argentina, dando así comienzo a “…la etapa más importante de mi vida artística y personal. No sólo me siento un actor argentino, sino que me siento un hombre argentino”, asegura en carta fechada en Madrid el 19 de agosto de 1992 y dirigida al responsable de estas líneas.

Su amplia trayectoria teatral en nuestro país abarca significativos títulos de la dramaturgia universal, entre los que cabe destacar: “El jorobado de Notre Dame” (1934); “Cruza” (1939) de Claudio Martínez Payva, “Arsénico y encaje antiguo” de Joseph Kesselring y “Fausto” de Goethe (las tres en 1941; de esta última era la primera versión en castellano y fue la primera vez que se representó teatro en el estadio Luna Park); “Mis amadas hijas” de Catherine Turney y Jerry Horwin (1944); “Sangre negra” de Richard Wright & Paul Green y “Luz de gas” de Patrick Hamilton (1945); “El fabricante de piolín” de Carlos Gorostiza (1950); “F.B.” y “El carro de la basura” de Enrique Suárez de Deza (1951 y 1953, respectivamente); “Culpable” de Eduardo Borrás y “Un tal Judas” de Claude André Puget y Pierre Bost (1955); “Jacowosky y el coronel” de Franz Werfel, “Ornifle” de Jean Anouilh y “Así en la tierra como en el cielo” de Fritz Hochwalder (1957); “Los huevos del avestruz” de André Roussin (con la que, en 1969 festejó en el Liceo los cincuenta años de su debut teatral en Buenos Aires) y fundamentalmente “La muerte de un viajante” de Arthur Miller (1950) y “Manos sucias” de Jean Paul Sartre (1956), ora como actor, ora como director, cuando no aunó ambas funciones.

Su primer contacto con nuestro cine se produjo en 1939 con Nuestra tierra de paz (Arturo S. Mom), donde realizó el maquillaje del actor Pedro Tocci, que personificó al Gral. José de San Martín. Posteriormente, rechazó varios ofrecimientos por considerar que se lo convocaba para trabajos menores y faltos de relieve, hasta que en 1942 aceptó una propuesta para filmar dos películas: Una luz en la ventana e Historias de crímenes, ambas bajo la dirección de Manuel Romero. De su filmografía argentina, se destacan sus excelentes trabajos en El que recibe las bofetadas (Boris H. Hardy, 1947) -al que considera uno de los mejores filmes de su carrera-; Corazón (Carlos Borcosque, 1947); su amenazante, sutil e inquietante composición de Norberto Imbert para Los muchachos de antes no usaban arsénico (José A. Martínez Suárez, 1976) y las biografías de William Morris, Pedro B. Palacios y Evaristo Carriego, plasmadas en Cuando en el cielo pasen lista (Borcosque, 1945), Almafuerte (Luis César Amadori, 1949) y La calle junto a la luna (Román Viñoly Barreto, 1951), respectivamente. Su labor fílmica en nuestro país se completa con: Mi novia es un fantasma (Francisco Mugica, colaboración especial -como él mismo- sin figurar en títulos) -1944-; Vidalita (Luis Saslavsky) -1949-; Piantadino (Francisco Mugica; colaboración especial -como él mismo- sin figurar en títulos), La muerte está mintiendo (Borcosque) -1950-; Derecho viejo (Romero) -1951-; La bestia debe morir (Viñoly Barreto, con quien, además, hizo la adaptación de la novela policial de Nicholas Blake) -1952-; Fin de mes (Enrique Cahen Salaberry) -1953-; Un hombre cualquiera (Carlos Rinaldi), Maleficio (filme en tres episodios y en coproducción con México y España, interviniendo en el correspondiente a nuestro país, dirigido por León Klimovsky) -1954-; Cinco gallinas y el cielo (Rubén W. Cavallotti) -1957-; Procesado 1040 (Cavallotti) -1958-; Obras maestras del terror (Enrique Carreras), Río abajo (Enrique Dawi; relator) -1960-; La cigarra no es un bicho (Daniel Tinayre) -1963-; Kuma-Ching (Tinayre) -1969-.

Fue pionero de nuestra televisión, medio en el que alcanzó su primer gran éxito con “Teatro Universal en un acto”, a base de adaptaciones de piezas teatrales de Oscar Wilde, Arthur Miller y Oduvaldo Viana, entre otros autores (1955). A partir de allí, su labor fue casi ininterrumpida y sus programas lograron muy altos niveles de audiencia: “Novelas de terror”, “Arsenio Lupin”, “El fantasma de la ópera”, “El muñeco maldito”, “Sátiro”, “El monstruo no ha muerto”, “Hay que matar a Drácula”, “El hombre que volvió de la muerte”, “El pulpo negro” y “Herederos del poder”.

En 1963, estuvo a punto de cumplir su más caro sueño artístico: fue convocado por el Teatro Municipal Gral San Martín para interpretar y dirigir “Ricardo III” de Shakespeare, en la sala Casacuberta. Después de que se le garantizaran ciertas condiciones que hacían a la jerarquía del espectáculo (entre ellas la inclusión de figuras como María Rosa Gallo en el elenco y que fuera Mario Vanarelli el responsable de la escenografía), tras algunas jornadas de ensayos, comenzó a advertir inconvenientes y obstáculos en el desarrollo del trabajo. Al solicitar explicaciones en más de una oportunidad y sin obtener respuestas válidas a sus requerimientos, optó por rescindir su contrato, no sin antes asegurarse que sí se cumpliera el de los compañeros a los que él había convocado.

Lo que años después calificó como “una traición”, fue determinante para que, desilusionado y dolorido, optara por viajar a España, donde desde entonces fijó su residencia. Ha retornado a la Argentina esporádicamente, para cumplir trabajos en cine y T.V. Por entonces, su hijo comenzaba a forjarse un nombre en la televisión española, y bajo su dirección protagonizó “Historia de la frivolidad”, “El último reloj”, “El asfalto”, “N.N. 23” e “Historias para no dormir”, entre otros ciclos que obtuvieron diversos galardones internacionales.

Su trayectoria cinematográfica en España dio comienzo con Pasto de fieras (Amando de Ossorio, 1966) y continuó con: Dos veces Judas (Nando Cicero) -1968-; La saga de los Drácula (Klimovsky) -1972-; Odio mi cuerpo (Klimovsky) -1974-; ¡Sábado, chica y motel, qué lío aquel! (José Luis Merino) -1975-; Lucecita (José Luis Madrid) Tres días de noviembre (Klimovsky) -1976- Préstamela esta noche (Tulio Demicheli) -1977-; Yo hice a Roque III (Mariano Ozores), El retorno del hombre lobo (Jacinto Molina), Viaje al más allá (Sebastián D’Arbó) -1980-; Los líos de Stefanía (Augusto Fenollar), El ser (Sebastián D’Arbó) -1982-; Sal gorda (Fernando Trueba) -1983-; Más allá de la muerte (Sebastián D’Arbó) -1986-; Sólo se muere dos veces (Esteban Ibarretxe) -1997-.

Así como su labor en el cine de nuestro país registra la frustración de no haber logrado concretar un filme sobre la vida del Perito Moreno -debido a diferencias contractuales con los directivos de Argentina Sono Film-, en su filmografía española se consigna una película inconclusa: Riata (Sam Fuller, 1973). Después de algunas semanas de rodaje en Almería, con libro del propio director y la actuación de Richard Harris y Alfonso Arau, la filmación se interrumpió ante la insistencia de un funcionario de la Warner por imponerle a Fuller a una ex modelo en el principal rol femenino. Fuller abandonó el proyecto cuando ya se llevaban invertidos en él, varios millones de dólares. Al momento de suspenderse la filmación, su trabajo -encarnando a un viejo campesino mexicano- ya estaba totalmente concluido. Con el mismo libro de Fuller, casi inmediatamente se filmó en México The Deadly Trackers (Barry Shear) y del elenco original sólo se mantuvo la presencia de Richard Harris.

Su labor en España también incluyó el teatro, al que se sumó en 1964 representando “La zorra y las uvas” de Guilherme Figueiredo, en el Teatro Club. Sus restantes presentaciones escénicas fueron: “Los físicos” de Friedrich Dürrenmatt (Teatro Valle Inclán, 1965); “El sol en el hormiguero” de Antonio Gala (Teatro María Guerrero, 1966); “El precio” de Miller (Teatro Fígaro, 1970); “Atrévete Susana” (Teatro Valle Inclán, 1972); “Los frescos” de Arniches (Teatro Fígaro, 1975); “…Y de Cachemira, chales” de Ana Diosdado (Teatro Valle Inclán, 1977); “Drácula” (Teatro de la Comedia, 1978) y “La hoja roja” de Miguel Delibes (Teatro Alcázar, 1986).

Entre las numerosas distinciones que jalonan su trayectoria artística, caben consignarse en la Argentina: Premio al Mejor Actor Protagónico de 1945 por Cuando en el cielo pasen lista, otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos; doblemente laureado en 1949 por Cronistas y por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas por Almafuerte; Premio de la Asociación de Críticos de Teatro al Mejor Director de 1957 por “Así en la tierra como en el cielo”; Premio Martín Fierro al Mejor Director de escena en T.V. por “Ceremonia secreta” y Mejor Ciclo de teleteatro episódico, 1961 y 1969, respectivamente. En 1992, el Honorable Concejo Deliberante lo nombró “Visitante Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires” (en ocasión de viajar a nuestro país a celebrar su cumpleaños número ochenta, especialmente invitado por el programa televisivo “Almorzando con Mirtha Legrand”); en 1993, recibió el Premio Podestá en mérito a su honorable trayectoria, de manos de la Asociación Argentina de Actores; en 1997, fue homenajeado dentro del marco del XIII Festival de Cine Internacional de Mar del Plata; en 1999, se designó con su nombre a una de las salas del Complejo Teatral Broadway, de Buenos Aires y en 2002, se le otorgó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria (Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina).

España, por su parte, también le testimonió su reconocimiento con el Premio al Mejor Actor, por Almafuerte en el II Certamen-Hispanoamericano de Cinematografía de Madrid; Premio Larra al Mejor Actor de 1964 por “La zorra y las uvas”, otorgado por la revista Primer acto, de Madrid; Premio Nacional 1967; Cruz Oficial al Mérito Civil 1967; Diploma al Asturiano del año 1967 (Nueva España, Oviedo); el 22 de mayo de 1992 se impuso su nombre a una calle de la localidad de Pozo Estrecho, Cartagena, Prov. de Murcia, y en 1993 fue invitado de honor al Festival Cinematográfico de Gijón (Asturias), donde en su homenaje y a su pedido se exhibió Los muchachos de antes no usaban arsénico, a la sazón, calificada por el diario ABC, de Madrid como “lo mejor de la velada, al menos desde un punto de vista cinematográfico; una deliciosa comedia en el más puro estilo de humor negro”.

Falleció en Madrid, el 15 de mayo de 2004.

 

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